La masonería siempre se situó frente los regímenes absolutos ya que estos conculcan todos y cada uno de los principios masónicos.
He de decir, en primer lugar, que no pretendo con este artículo hacer una enumeración exhaustiva de todas las vicisitudes por las que pasaron nuestros hermanos ni de todos los regímenes a los que se opusieron o apoyaron; pretendo, tan sólo, poner algunos ejemplos de como los principios masónicos son un buen antídoto contra cualquier veleidad de tipo autoritario.
Cuando la masonería especulativa comenzaba su andadura en Inglaterra, las sangrientas guerras de religión que asolaban Europa ponían de manifiesto la necesidad de la tolerancia religiosa (tal y como pregonaba el filósofo Locke). Por su parte, los Ilustrados apuntaban un paso más, a la separación entre la iglesia y el estado. Ambos postulados fueron asumidos por las logias masónicas.
Si bien la masonería, condenada aún hoy por el Vaticano, no puede ser tildada de anticlerical, lo cierto es que no se entendería si en su seno no encontrásemos una absoluta libertad de creencias y conciencia, ideas que, desde luego, sus miembros reflejan en las sociedades en las que se encuentran (Voltaire, iniciado masón aunque pronto abandonó, o Montesquieu fueron, como el resto de Ilustrados, sus defensores).
Esto le valió a la masonería ser reprimida por los estados confesionales, bien limitándose al simple acoso bien con condenas que podrían suponer, en el peor de los casos, la muerte. Según la ocasión, la masonería es objeto de acusaciones tan dispares como ateísmo, de promover una religión previamente estigmatizada o, incluso, de adorar al diablo.
El 15 de julio de 1978 el Colegio de Jurisdicción Islámica afirma que la masonería es una organización peligrosa y destructiva, tachando a los musulmanes masones de infieles.
En cuanto a la Iglesia Católica, fueron numerosos los papas que la condenaron, empezando por Clemente XII en 1739 hasta 1983, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo el pontificado de Juan Pablo II, emitió una Declaración sobre la masonería; en ella se explica que, aunque el Código Canónico actual no la menciona expresamente, la iglesia la juzga como dañina y prohíbe a sus fieles ser masones.
La iglesia ortodoxa, la presbiteriana, las metodistas y un largo etcétera también emitieron sus condenas.
A menudo, se vincula la masonería a la revolución francesa (incluso en casos extremos, como el del jesuita Agustín Barruel, se la llegó acusar, sin razón, de instigadora de los acontecimientos que derribaron el antiguo régimen). En realidad, al contrario que otras sociedades de corte secreto o discreto, como los carbonarios o los comuneros, la masonería nunca instigó a sus miembros a actuar contra el orden establecido por medios violentos.
Cierto es que las columnas masónicas estuvieron adornadas por notables revolucionarios, pero no es menos cierto que convivían con partidarios de los Borbones. Lo que es indudable es que el modo de trabajar en logia (en la que los estamentos desaparecen y todos los hermanos son iguales) se trasladó a una sociedad que ya estaba receptiva a los valores de Igualdad, Libertad y Fraternidad (lema compartido por Revolucionarios y masones) gracias al movimiento Ilustrado.
Es con el movimiento ilustrado con el que la masonería guarda una sólida relación, pues a ambos los unen el deseo de disipar las tinieblas mediante el uso de la razón; incluso, grandes Ilustrados fueron masones, siendo un ejemplo notable Montesquieu; en cuanto a la «La enciclopedia», aunque no es hija de la masonería, entre sus autores figuran 17 masones.
En nuestro país, la masonería se vio nutrida mayoritariamente por militares ingleses y franceses.
La primera logia especulativa se establece en el Madrid de 1728; fundada por el duque de Wharton, recibió el número cincuenta del registro oficial de Londres. La logia San Juan de Jerusalén n⁰ 51 (1721) radicaba en Gibraltar; también en Menorca, ocupada por los ingleses, se detecta influencia masónica.
Sin embargo, el impulso de la masonería viene de la mano de las tropas francesas. Se ha de desmentir, en este punto, la versión tradicional que atribuía unas supuestas simpatías de Carlos III hacia la masonería (algunos incluso llegaron a mantener que su primer ministro, el conde de Aranda, fue el fundador de la masonería en España). Lo cierto es que, tal y como se desprende de los documentos del Archivo General de Simancas, este reinado se distinguió por una persecución de la masonería incluso más intensa que la del resto de estados europeos.
En los albores del siglo XIX encontramos dos ramas masónicas. La primera vinculada a José Bonaparte, formada por militares franceses y dependiente del Gran Oriente de Francia; la segunda, también bonapartista, acogía principalmente a españoles afrancesados que pronto constituyeron la Gran Logia nacional de España (destacaban las logias Beneficencia de Josefina, Santa Julia, Almagro y San Juan de Escocia de la Estrella de Napoleón). Así pues, la masonería es vehículo para la introducción y consolidación en nuestro país de las ideas Ilustradas.
Tanto las Cortes de Cádiz como Fernando VII prohibieron la masonería, las primeras posiblemente por sus vínculos con Francia, el segundo por contradecir al absolutismo que él representaba. A pesar de ello, al comenzar el Trienio Liberal, la masonería era la única sociedad “secreta” implantada en toda España. De nuevo vemos como tanto la historiografía antiliberal como los que habían renegado del levantamiento de 1820 atribuyen a la masonería un protagonismo claro en el retorno al constitucionalismo (Miraflores o Alcalá Galiano, entre otros). No cabe duda de que los debates promovidos en las reuniones secretas habían sido una buena vía para la difusión del liberalismo; sin embargo, esto no es suficiente como para otorgar a la masonería un papel protagónico. De hecho, la Confederación de Comuneros nacida en 1821, estuvo formada en sus principios por masones exaltados que rechazaban la falta de acción de la masonería para restablecer la Constitución.
Al otro lado del Atlántico, si bien las grandes Logias sudamericanas no pretendían hacerse cargo de un proceso revolucionario, muchos hombres considerados como «padres de la patria», como Benito Juárez, Simón de Bolívar o José Martí, eran masones. De nuevo, las logias, en donde se disertaba en igualdad y libertad, fueron un buen punto de encuentro para el intercambio de ideas.
Ya en el siglo XX las logias masónicas fueron el blanco de los regímenes dictatoriales y autoritarios.
Para entender la evolución del Partido Fascista italiano, que si bien al principio contaba con con presencia masónica en sus filas (destaca el papel de la Gran Logia Piazza del Gesú, encabezada por Palermi, cuando el fascismo era aún un movimiento poco definido) acabó configurándose como un perseguidor de la masonería, hay que tener en cuenta el papel jugado por la Iglesia católica. Mussolini se opone a la masonería por razones de oportunidad, ya que, tras la Marcha sobre Roma, tiene que elegir entre dos aliados incompatibles y enfrentados, la masonería y la Iglesia Católica (tal y como se desprende de un encuentro secreto entre Mussolini y el Cardenal Gasparri). En enero de 1925, cuando el Partido fascista muestra su rostro (hasta entonces nadie podía prever los negros derroteros del fascio, ya que mantenía la apariencia de demócrata, en coalición con liberales y católicos y respetando la oposición parlamentaria), la masonería se convierte en su enemiga declarada. En un discurso de Mussolini del 12 de enero queda patente su intención de terminar con la influencia de la masonería por medio de la depuración de los hermanos que ocupaban cargos en las distintas instituciones; aplaudido el discurso por todos, sólo el comunista Gramsci se opone. A la decisión de eliminar la masonería, además de la influencia eclesiástica, hay que añadir que tampoco la veían con buenos ojos las clases dirigentes y que las logias eran un espacio autónomo de formación de opinión que escaparía al control del régimen; además, hay que mencionar la incompatibilidad entre el nacionalismo fascista y el espíritu universalista de la masonería. Fascismo y masonería eran además incompatibles en su concepción del hombre, ya que aquel procuraba un hombre marcial y consideraba una enfermedad el humanismo y el pacifismo, precisamente los ideales de la masonería. Superados los devaneos iniciales con un fascismo que aún no había desarrollado todas sus características, finalmente, la masonería se muestra incompatible una vez más con las metas de un estado totalitario.
El fascismo de Salazar, siguiendo los pasos del italiano, ocasionó, con la ley de 21 de mayo de 1935 contra las sociedades secretas (a las que se acusaba de la decadencia de Portugal), el exilio de no menos de 9.500 personas catalogadas de masonas por el régimen.
En el régimen hitleriano, la persecución de la masonería no sólo se inscribe en la lucha contra las sociedades secretas y el marxismo, sino que está inspirada en “Los protocolos de Sión”, una teoría de la conspiración empleada como propaganda e incluida en la enseñanza desde 1934 que logró introducir la obsesión en la población por una ficticia alianza entre judíos y masones para hacerse con el dominio mundial. Las logias alemanas (como ocurrió en Italia y Portugal) cesaron por iniciativa propia sus actividades y el gobierno confiscó sus bienes.
Cuando los alemanes llegaron a Francia, pusieron en el punto de mira al Frente Popular, los francmasones, los judíos, los anglosajones y a los bolcheviques; hecho que determina la legislación del gobierno de Vichy, sobre todo cuando en agosto de 1940 se prohíbe por ley las sociedades secretas (siendo la masonería, a la que no nombra, su principal objetivo)
En España, tanto Primo de Rivera como Franco, persiguieron la masonería.
Primo de Rivera llevó a cabo una acción represiva incoherente y contradictoria; así, mientras en Madrid se celebra la VI Asamblea Nacional Simbólica sin problema alguno, muchas logias fueron clausuradas en Cataluña y sus miembros encarcelados.
En cuanto a Francisco Franco, al margen de elementos biográficos (fue rechazado por una logia, la mala relación con su padre masón…), su antimasonería tiene un soporte ideológico; aunque su golpe de estado fue apoyado por familias políticas muy diferentes, fue el fascismo en alza en toda Europa la que predominó en el régimen y cuyos ideólogos (Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma Y Primo de Rivera hijo) tenían una postura muy concreta respecto a la masonería: el fundador de las JONS atribuye a la masonería el deterioro del sentimiento religioso y el aumento de la laicidad, así como el anticlericalismo republicano; los jonistas tendrán por eslogan “por la unidad nacional, contra la anarquía y el marxismo, por al abolición de las leyes masónicas se ha pronunciado España”. Ledesma vincula la masonería a la crisis política, social y económica ya que los valores masónicos de pacifismo, humanitarismo, individualismo y liberalismo eran, según él, perniciosos y antiespañoles. Primo de Rivera (hijo) es menos explícito respecto a la masonería en sus escritos, no obstante se valdrá de periódicos para propagar rumores varios; hablará en sus artículos de como España no es independiente, sino que los dirigentes del país reciben consignas bien de la Logia de París, bien de la Logia Internacional de Amsterdan.
Franco promulgará en 1940 la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo; mediante ella se creará un tribunal Especial para su represión (que actuará hasta 1963, año en el que fue sustituido por el Tribunal de Orden Público). Se estima que, solo en los dos años posteriores a la guerra, se fusilaron unos 10.000 masones.
En el tercer congreso de la internacional Socialista de 1921 la URSS ilegaliza la masonería.
En el segundo congreso, una intervención de Graziadei definía a la masonería como el polo opuesto de las teorías marxistas-socialistas ya que la consideraba burguesa y conservadora; ahora, en la tercera Internacional, Trotsky propuso y consiguió que se prohibiera la afiliación a la masonería a todos los miembros del partido ya que además de ser un medio de infiltración de la pequeña burguesía, sus ideas de libertad y solidaridad burguesas dificultaban la acción proletaria y la dictadura del proletariado (la cuarta internacional redunda en ello con más ahínco).
Por su parte, el convento masónico de Ginebra, asiste a como el español Daniel Anguiano se refiere a los gobiernos italiano y ruso como los mayores enemigos de la masonería.
En España, tales decisiones, fueron acogidas no sin cierto revuelo, pues el Gran Oriente de España y su Gran Maestre Simarro no sólo habían visto con simpatía la revolución rusa, sino que en 1919 se encabeza una campaña pública contra el bloqueo internacional llevado a cabo por los países de la Alianza contra el régimen bolchevique.
Cuba se desmarca de la URSS debido a que se especulaba sobre que el héroe nacional, José Martí, era masón (extremo probado, tras más de un siglo de dudas, en el año 2006 por el historiador cubano Samuel Sánchez Galvez gracias a documentos encontrados en la logia Fernandina de Jagua, donde se encontró un diploma de Maestro Masón de Vela de los Reyes firmado por José Martí en calidad de secretario de la Logia Caballeros Cruzados n.º 62).
Hoy en día, la prohibición de ser o haber sido masón de los partidos comunistas ya no se aplica.
El potencial democrático de la masonería se manifiesta, desde su nacimiento, en las formas de constituirse la opinión en el interior de las logias; en la autonomía administrativa y organizativa de las mismas y en su orientación a la igualdad de derechos de todos sus miembros; además, está garantizada la comunicación libre de imposiciones.
La interiorización del principio de igualdad, puede que fuera lo que llevó a masones como Concepción Arenal a defender los derechos de la población reclusa; a otros muchos masones a defender los derechos del proletariado, como hicieron en el siglo XIX miembros de la Logia «Philadelphos» como Le Lubez, Combault o Benoit, a Ferrer i Guardia a fundar la Escuela Moderna (que, además de fomentar el librepensamiento y una educación científica y humanista, puso la educación al alcance de una amplia capa de la población, gracias a los ateneos populares o a las clases nocturnas para adultos) o Olympia de Gouges a defender tanto la revolución como el feminismo
Si bien no podemos decir que la masonería, como institución, interviniera en la vida profana, lo cierto que, ya desde sus inicios, gracias a su vocación de perfeccionar a la persona y ser una suerte de escuela de ciudadanos, sus miembros contribuyeron a llevar los ideales masónicos de libertad, igualdad, fraternidad y tolerancia, a la esfera pública; en ocasiones lo hacía de modo secreto, perseguido por regímenes totalitarios, otras, discretamente, en regímenes democráticos.
Excelente trabajo.