Esta plancha nace de la curiosidad, revestida de necesidad, de hacer una reflexión sobre determinados conceptos que aparecen en las Constituciones de Anderson, que es uno de los textos fundacionales de la Francmasonería, aunque no el único. Estas fueron redactadas en unas circunstancias determinadas, en 1723, y sufren modificaciones en 1738 y en 1813. Estas modificaciones son una prueba de que estamos en plena vigencia de la Ilustración, que supuso cambios culturales y sociales importantes. Los masones de entonces son personas con una posición social alta, cultos, burgueses, nobles y económicamente solventes pero que tienen ideas avanzadas y están inmersos en lo que se llamó la era de la Razón. Y es también importante remarcar que estas Constituciones nacen a la vez que nace la Gran Logia Unida de Inglaterra, la primera Obediencia, Orden o Gran Logia como tal, aunque nada impidió que otras logias siguiesen trabajando bajo otros auspicios, aunque no trascendiesen a nivel cuantitativo tanto como esta última.
Nosotros, no lo olvidemos y que no nos avergüence aceptarlo, venimos del D.·.H.·. y no nos fuimos porque no coincidiéramos con su esencia, nos fuimos por la estructura de poder que se había establecido. A pesar de ello, somos hijos de la Orden que fundaron María Deraismes y Georges Martin, que rompieron con lo establecido y pusieron en marcha una masonería mixta que hoy día aceptan todas las corrientes menos los mal llamados «regulares». Y es importante remarcar la «regularidad» exclusiva que estos últimos se atribuyen, como si la suya fuese la única regularidad posible.
Pero esto daría para otro texto distinto a la función que buscamos en este. Analicemos ahora algunas de las ordenanzas que se establecen en las Constituciones de Andeson. En particular, nos interesan aquellas relacionadas con el ateísmo, la sumisión a las leyes de cada país o la exclusión de ciertos colectivos. Un colectivo en particular que abarca la mitad de la población mundial, el femenino.
En la primera Francmasonería, no son admitidos los ateos: «El masón está obligado, por vocación, a practicar la moral y si comprende bien el arte, nunca se convertirá en un estúpido ateo, ni en un libertino irreligioso». Cabe señalar, en primer lugar, que James Anderson era un pastor presbiteriano y como es lógico se posiciona del lado de la iglesia. No al lado de la de Roma, sea dicho, y Désaguliers es descendiente de refugiados franceses que huían de Luis XIV.
“El masón debe ser una persona tranquila, sometida a las leyes del país donde esté establecido y no debe tomar parte ni dejarse arrastrar en los motines o conspiraciones fraguadas contra la paz o la prosperidad del pueblo, ni mostrarse rebelde a la autoridad, porque la guerra, la efusión de sangre y los trastornos han sido siempre funestos para la Masonería”. No obstante, en el siglo y décadas posteriores se dieron las revoluciones de los Estados Unidos y de Francia, así como los movimientos nacionalistas, en los que participaron muchos masones.
Nos dicen las Constituciones que no se admitirán esclavos ni hombres inmorales ni mujeres, como no podrán pertenecer los que padezcan alguna deformación física y continúa diciendo que el Gran Maestre ha de ser un noble de nacimiento o bien ocupar una posición excepcional. Una de las explicaciones de la expresión “libre y de buenas costumbres”.
Como podemos ver, nada que hoy esté en vigor en las llamadas logias liberales, y muy lejos de nuestra logia y nuestra orden. Las mencionadas Constituciones quedan más bien como documento histórico y para ver como con el tiempo nos vamos adaptando a las nuevas situaciones, somos los miembros de la C.·.I.·.L.·.E.·. los que decidimos cómo ha de ser nuestra masonería. Así que a mi parecer tengamos el valor de modernizar sin complejos nuestra casa sin perder la esencia de lo que queremos que sea la masonería y sin olvidar que, pese a ello, llevamos el legado de Anderson y Désaguliers, manteniendo el espíritu democrático del Gran Oriente de Francia inicial o la Gran Logia de Francia, guardando la rebeldía de la Gran Logia Simbólica de Georges Martin y el espíritu de igualdad de Maria Deraismes y el Derecho Humano. Y por todo ello, aquí estamos.
