La masonería nace en 1717 con la unión de cuatro logias de Londres y en 1723 son redactadas las Constituciones de Andersen. Desde el principio, esta institución se considera vinculada a la modernidad y al movimiento de la ilustración. También la masonería está vinculada de forma más o menos directa con los procesos revolucionarios ocurridos en Europa a finales del siglo XVIII y con los movimientos de emancipación de los Estados Unidos de América y, más tarde, con otros movimientos de carácter político que llevaron a la unificación de Italia, la liberación de diferentes colonias y la obtención en muchos países de derechos de carácter social y político. Aunque el primer lema masónico no era otro que “A la Gloria del Gran Arquitecto de Universo”, más adelante el Gran Oriente de Francia en 1848 fue la primera obediencia que adopta el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad” dejando constancia de los vínculos estrechos existentes entre la masonería y el progreso social.
Sin embargo, en la masonería coexisten diferentes tradiciones. Es el resultado de la simbiosis de las ideas de progreso y de la tradición iniciática occidental que se remonta a la Grecia antigua e incluso más atrás. Y, entre las diferentes tendencias que coexisten dentro de la masonería, encontramos las que ponen más énfasis en lo social y las que se centran más claramente en la vertiente iniciática.
Ello ha tenido como consecuencia que podamos encontrar masones a los dos lados de diversas trincheras ideológicas. En este escrito nos vamos a centrar en dos casos paradigmáticos de cómo han interactuado las ideologías reaccionarias con las ideas masónicas, desde la contestación a la Revolución francesa hasta nuestros días, y cómo se han utilizado elementos masónicos o iniciáticos para dotar de un cuerpo teórico al pensamiento reaccionario.
1. Joseph de Maistre
Josep de Maistre es uno de los principales defensores de las tesis reaccionarias, partidarias de la restauración de los regímenes políticos previos a la revolución francesa. Nació en Chambery, Saboia, en 1753 y era hijo, entre diez hermanos, del Presidente del Senado. Durante su juventud tuvo relación con las ideas liberales e inició su actividad masónica. Recibió la influencia de Claude Louis de Saint Martin, fundador del martinismo. Cuando la república francesa se anexionó Saboia, de Maistre partió hacia Lausanne, Venecia y Cerdeña para establecer finalmente su exilio en Sanpetersburgo. Este hecho lo hizo reconsiderar sus ideas y, ya que su vida había sido destruida por la razón atea, debían ser cortadas todas las cabezas de la hidra de la revolución. Dedicó toda su vida a esta causa. Aunque a primera vista Joseph De Maistre es un típico pensador reaccionario, defensor del viejo orden, de la autoridad temporal del príncipe y la superior autoridad espiritual del Papa, va más allá de eso, no sólo porque defiende la desigualdad como parte del plan divino y como forma de evitar la anarquía, critica la adopción de formas democráticas de gobierno y rechaza el conocimiento científico, pero sobretodo porque se sitúa en el irracionalismo. Según Isaiah Berlin, De Maistre es un enemigo de la libertad y de la igualdad humanas que no pretende volver al antiguo régimen sino que se da cuenta de la caducidad de esta forma de gobierno pero aún así, propugna la reacción para defender los valores morales que rigen lo que él cree el plan divino del universo. Es un defensor de la guerra, que sirve para expiar los pecados del mundo, piensa que la revolución de 1789 fue un castigo divino. Su rechazo de la igualdad es notorio, ya que confía, a pesar de todo, más que en los revolucionarios franceses, en Napoleón porque aprecia el principio de autoridad que mantiene el orden social. En contra de la ciencia, prefiere el misterio. En su obra más conocida, Les soirées de Saint – Petersbourg, afirma que La piedra angular del arco en que se apoya la sociedad es, más que el rey, el sacerdote o el general, el verdugo.
De Maistre define a su enemigo con el nombre de la secte y bajo esta denominación agrupa según el caso a agitadores, subversivos, protestantes, jansenistas, deístas, ateos, también a francmasones, judíos, científicos, demócratas, jacobinos, liberales, utilitaristas, anticlericales, igualitaristas, perfectibilistas, materialistas, idealistas, abogados, periodistas, reformistas civiles e intelectuales de toda laya. Según él, todos deben ser exterminados a toda costa. Hasta aquí diremos, que claramente había abjurado de sus ideales de juventud y había cambiado de forma de pensar.
Pero el autor de los textos que he intentado describir con una pincelada es el De Maistre político, podríamos decir el exotérico, pero hay otro De Maistre que considera compatible lo defendido en sus obras con su continuidad en la masonería. De Maistre fue iniciado en 1774 en la Logia de los Tres Morteros de Chambéry, dependiente de la Gran Logia de Inglaterra. En 1778 pasó a formar parte de la recién creada Logia de la Perfecta Sinceridad, dependiente de la Reforma Escocesa. Parece ser que se mantuvo en activo hasta que la revolución francesa le obligó a exiliarse a San Petersburgo y nunca renegó en privado de sus ideas masónicas si bien criticaba los excesos de las corrientes laicistas que ya se manifestaban en su seno y que relacionaba con las ideas revolucionarias que detestaba. Pero mantuvo su correspondencia amistosa con otros hermanos, e incluso en una Carta al Caballero De Rossi (Regente de la Secretaría de Estado del Reino sardo) de 1810, se queja de no poder ir a una tenida en una nueva logia en San Petersburgo a la que le habían invitado a asistir para no alarmar o escandalizar a los rusos de bien, que tenían en mal concepto la Masonería. Aún hoy la figura de De Maistre es reivindicada por masones del Régimen Escocés Rectificado.
2. René Guénon
René Guénon, nacido en Blois, Francia, en 1886, y fallecido en El Cairo, Egipto, en 1951, fue una figura singular y de profundo impacto en el pensamiento contemporáneo. Su obra, de notable originalidad y rigor, abordó tres ejes fundamentales: la crítica al mundo moderno, la exposición y defensa de la doctrina metafísica tradicional, y el estudio de la simbología. A lo largo de su vida, Guénon publicó 17 libros y más de 300 artículos, consolidándose como un autor prolífico y agudo en sus análisis.
No obstante su extenso trabajo sobre aspectos religiosos y espirituales, Guénon no se definió como un historiador de las religiones, aunque realizó un análisis exhaustivo de las formas y experiencias religiosas desde una perspectiva que trasciende los enfoques académicos tradicionales. Tampoco fue un sociólogo ni un filósofo en el sentido estricto de estas disciplinas, aunque sus reflexiones tienen implicaciones sociológicas y filosóficas profundas. Asimismo, no puede clasificársele como un orientalista, aunque su conocimiento del pensamiento oriental fue excepcional y sin precedentes entre los intelectuales occidentales de su tiempo.
Por otro lado, Guénon se distanció tajantemente de los movimientos esotéricos y ocultistas que florecieron en Europa en las primeras décadas del siglo XX. Desde su experiencia directa entre 1906 y 1909, fue un crítico abierto del espiritismo, la teosofía, el pseudoespiritualismo y las manifestaciones iniciales de lo que luego se conocería como el movimiento New Age. Algunas de sus obras se dedican específicamente a desmontar las pretensiones y desvíos de estos movimientos, a los que consideraba engañosos y profundamente alejados de las auténticas tradiciones espirituales.
René Guénon fue un pensador único cuya obra se erige como un puente entre las tradiciones espirituales del pasado y los desafíos intelectuales y espirituales del mundo moderno, caracterizándose por un enfoque profundamente crítico con las corrientes dominantes de su época.
Las vinculaciones de Guénon con la Masonería fueron tempranas. Tras su ingreso en la Logia simbólica Humanidad nº 240, en 1909 ingresó en la Logia Thebah, dependiente de la Gran Logia de Francia, en la que desarrolló su labor hasta que la guerra de 1914 sumió en sueños buena parte de las logias. La vinculación de René Guénon al Islam no mermó su interés y consideración sobre la Masonería. Por el contrario, el propio Guénon no dejó de afirmar que, conforme a la doctrina tradicional, el vínculo iniciático, en este caso la condición de masón, no se perdía nunca; “la cualidad iniciática, una vez que ha sido recibida, de ninguna manera está ligada al hecho de ser miembro activo de tal o cual organización; desde el momento en que la vinculación a una organización tradicional ha sido efectuada, ésta no puede ser rota por ninguna circunstancia, subsistiendo incluso hasta cuando el individuo no tenga con esa organización ninguna relación aparente”. De hecho, Guénon no dejó de publicar trabajos sobre diferentes aspectos del simbolismo y de la iniciación masónica o de patrocinar la creación de logias masónicas de inspiración tradicional como es el caso de “La Gran Triada”, que levantó sus columnas en 1947 y uno de cuyos primeros trabajos fue el de la restauración de los antiguos rituales escoceses una vez depurados de añadidos y demás innovaciones injustificadas que durante décadas se habían ido introduciendo y adulteraban su espíritu inicial.
En diversas ocasiones se pronunció Guenón sobre la legitimidad iniciática tradicional de la Masonería; “Apenas hay en el mundo occidental otras organizaciones iniciáticas que puedan reivindicar una filiación tradicional auténtica que el Compañerazgo y la Masonería, es decir, formas iniciáticas basadas esencialmente en el ejercicio de un oficio, en su origen por lo menos, y que por consiguiente están caracterizadas por métodos particulares, simbólicos y rituales en relación directa con este mismo oficio” .
Persuadido de que la desviación de la Masonería respecto a su sentido originario se debía a las actividades políticas de gran número de masones, Guénon se esforzó durante toda su vida en devolver a la Masonería su verdadera función como orden iniciática. Para Guénon, la Masonería no debía ser (o no debía ser solamente) una sociedad de socorros mutuos, una entidad benéfica o filantrópica y menos aún, un club liberal. Como Orden iniciática había de vivificar el sentido mistérico transmitido regularmente.
Pese a su distanciamiento de cualquier posición política, su visión Tradicionalista sirve de inspiración a personajes próximos al fascismo como es el caso de Julius Evola, filósofo, ingeniero, y noble italiano, conocido como “intelectual fascista”, “tradicionalista radical”, “antiigualitario, antiliberal, anticristiano y como “el principal filósofo del movimiento neofascista europeo”.
Otro de los discípulos de Génon es Guido de Giorgio, filósofo, que llegó a teorizar un tipo de Fascismo Sacro como intento de universalizar el movimiento fascista por vía esotérica en su libro La Tradición romana.
Pero hoy en día Guénon sigue extendiendo su influencia sobre el pensamiento reaccionario. Los dos gurúes que más han influido en Donald Trump y Vladímir Putin, Steve Bannon y Aleksandr Duguin, se definen a sí mismos como seguidores del Tradicionalismo que fundó René Guénon. Tanto Bannon, director ejecutivo de la campaña que llevó a Donald Trump por primera vez al poder e impulsor del “movimiento populista global”, como Duguin, uno de los intelectuales más influyentes dentro del Kremlin, reconocen la influencia de Guénon y de otros tradicionalistas como la más central en su visión del mundo.
La conexión entre Steve Bannon o Aleksandr Duguin y René Guénon se fundamenta principalmente en la reinterpretación y apropiación del legado guenoniano por figuras como Evola y sus seguidores. Mientras Guénon buscó restaurar la conexión con lo sagrado en un mundo secularizado, Bannon y los teóricos del pensamiento reaccionario de la actualidad utilizan retóricas tradicionales para fines políticos y pragmáticos. Esto comporta que las ideas de Guénon son recontextualizadas y reinterpretadas en función de las necesidades de los movimientos actuales, pero que, sin embargo, no contradicen el pensamiento guenoniano.