Nací y crecí en democracia, a diferencia de la mayoría de ustedes, creo. Más al sur, detrás de los Pirineos, la palabra democracia se topaba con la dura realidad de otra palabra que empieza por la misma letra: dictadura. Mirando al Este, era lo mismo o peor.

Vosotros habéis conquistado la democracia, yo la heredé.

Era tan sencillo como una comida familiar un domingo de elecciones. Mi abuelo, de izquierdas y librepensador, mantenía una agria discusión con uno de sus yernos, de derechas y católico practicante. Era en el orden de las cosas, nunca estábamos de acuerdo pero nos tolerábamos.

En el colegio me enseñaron la fuerza de los derechos humanos, libertad – igualdad – fraternidad, la tolerancia, la libertad de expresión, en una palabra, la ciudadanía.

La democracia era evidente, era el orden establecido, no había otro mejor y era obvio que el mundo entero aspiraba a unirse a ella.

Pero no se crea que este mundo era perfecto, era muy imperfecto, pero los principios democráticos eran los pilares que lo sustentaban.

Hoy, vemos que la democracia es atacada y se tambalea sobre sus cimientos. El futuro es incierto y en muchos aspectos preocupante.

Un proverbio africano dice: «Un árbol que cae hace mucho más ruido que un bosque que crece». Yo oigo el árbol que cae y a veces me cuesta ver el bosque que crece !

No voy a contarles nada nuevo hablando de los principios fundacionales de la democracia.

Inspirada en la democracia ateniense, la democracia occidental se basa en un estado de derecho que debe garantizar la igualdad y la justicia para todos, elecciones libres y justas, la protección de los derechos humanos, la preservación de las libertades individuales, en particular la libertad de expresión, y la separación de poderes.

¿Cuántos países verdaderamente democráticos hay hoy en el mundo? Según la clasificación 2023 de “The Economist Intelligence”, el índice de democracia se encuentra en su nivel más bajo desde hace 20 años. Los criterios utilizados para definir este índice son:

. el proceso electoral y el pluralismo,

. las libertades civiles,

. el funcionamiento del gobierno,

. la participación política y la cultura política.

Sólo 24 países de un total de 197 figuran en la lista de países verdaderamente democráticos. Las demás democracias son calificadas como híbridas, iliberales y autoritarias. Estas dos últimas se caracterizan por la limitación del poder judicial, un trato desigual de los ciudadanos ante la ley y el estado, y para la autoritaria, por el rechazo de la pluralidad política, y la utilización de un poder central fuerte para preservar el status quo político.

Dejo que cada uno decida si una democracia autoritaria sigue siendo una democracia o no.

Los países del norte de Europa y Nueva Zelanda encabezan la lista de 54 países verdaderamente democráticos y muy cerca de serlo. Francia y España comparten el puesto 16. Estados Unidos ocupa el puesto 24, y en la parte baja de la clasificación se encuentran Macedonia del Norte, Afganistán, Myanmar y Corea del Norte (Rusia no figura en la clasificación). Una minoría de pequeños países africanos como el Lesoto ocupan un lugar destacado. India, a menudo descrita como «la democracia más grande del mundo», pero todavía marcada sociológica y culturalmente por el sistema de castas y un régimen muy autoritario, ocupa el puesto 34. Suiza, a pesar de ser un adalid de la democracia con sus repetidas «votaciones», no figura.

Algo me dice que, a raíz de los recientes acontecimientos al otro lado del Atlántico, y en otras partes del mundo, la clasificación de 2024 sufrirá cambios importantes.

La historia reciente de la democracia comienza al final de la Segunda Guerra Mundial. Europa está de rodillas y, al mismo tiempo que se planifica su reconstrucción, busca con Estados Unidos, instaurar un sistema que garantizara la paz, desterrara el nazismo y asegurara la felicidad de sus ciudadanos. Inspirándose en la filosofía de la Ilustración, la Declaración

Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1948, redactada en la ONU, inauguró una corriente de confianza y certidumbre: la democracia iluminará el mundo entero.

Confianza que, a menudo, se transformó en arrogancia y autismo ante las culturas ajenas.

En Portugal y España hubo que esperar hasta la caída de las dictaduras a mediados de los años setenta. En cuanto a Europa del Este, las democracias populares siguieron sometidas al yugo de la dictadura hasta después del 1990..

No voy a entrar en la evolución de la democracia en el mundo -para eso haría falta mucho más que esta plancha-, pero también porque lo que me preocupa es el día de hoy, en el que podemos tener la impresión de que asistimos al desenlace infeliz de un proceso que lleva mucho tiempo en marcha y del que todavía no podemos ver lo que va a surgir.

Citando a Gramsci: «El viejo mundo agoniza, el nuevo mundo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos».

Estamos muy lejos del optimismo de hace 80 años, donde se pensaba que los principios democráticos habían ganado la partida, dando un ejemplo que todos los países iban a querer adoptar. Eso particularmente tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Incluso en Rusia.

¿Qué ha pasado? El mundo parece regido por fuerzas en las que el autoritarismo, el reino brutal de los hombres fuertes, el debilitamiento del estado de derecho, la primacía del neocapitalismo liberal, la globalización, el control de los ciudadanos y el resurgimiento de la o las guerras están diseñando los futuros regímenes del mañana.

La democracia parece haberse roto. Los ciudadanos ya no se reconocen en un sistema que se ha vuelto demasiado complejo, en gran medida ilegible, lejos de sus preocupaciones, y que ha dejado de no representar un proceso político relevante y eficaz para todos.

Tenemos que preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí. El desgaste de un sistema, su corrupción y la de las personas, la expansión del neocapitalismo liberal y la del individualismo, no lo explican todo.. Según un filósofo francés contemporáneo, Marcel Gauchet, la fractura actual es esencialmente cultural. Hemos pasado de sociedades fundadas y

estructuradas por la religión y la familia a sociedades en las que el peso de la religión ya no es decisivo (con la excepción del islamismo radical y todas las formas de fundamentalismo religioso, ya sea judío, hindú o protestante en Estados Unidos, y sin duda en otros lugares) y en las que la familia es

una geometría variable.

Seguimos en transición entre dos mundos.

Además, los individuos se posicionan ahora en una comunidad o en un campo, con visiones contradictorias de la condición humana y colectiva. Estos dos frentes se escuchan cada vez menos, y cada uno de ellos está

seguro de la validez de sus derechos. Me acuerdo de Voltaire y de su famosa frase apócrifa sobre la libertad de expresión (porque no está probado que la dijera o la escribiera, pero refleja su manera de pensar): Monsieur l’abbé, detesto lo que usted escribe, pero daría mi vida para que usted pudiera seguir escribiendo. … Estamos muy lejos de eso.

Por supuesto, el mundo es complejo y multipolar y la democracia lleva varias décadas en proceso de desintegración, como consecuencia de una serie de factores, entre ellos, veo los siguientes:

  •  el descenso del nivel educativo y la falta de capacidad de pensamiento crítico. La tasa de analfabetismo en Estados Unidos es del 20%. Esta cifra contrasta con el 16% en el Reino Unido, el 4% en Francia y el 1,25% en España. A estas cifras faltaria añadir un análisis cualitativo, pero ya dicen algo.
  • el auge de los comunitarismos, cuya primera consecuencia es la falta de mezcla social, las opiniones radicales y el rechazo de todo lo que es ajeno. . la primacía de los intereses individuales sobre el interés general. . la arrogancia del occidente, no siempre pero a menudo con países menos desarrollados o con culturas totalmente diferentes. . la tecnología, que puede hacer milagros y a su vez ser un arma de destrucción masiva.
  • las redes sociales, donde reina la desinformación, potenciada por la la inteligencia artificial
  • los ciberataques
  • el control de los ciudadanos.
  • la globalización y el desarrollo del neocapitalismo financiero, que han dejado a muchas personas en situaciones muy críticas, privadas de un presente y un futuro.
  • el reino del autoritarismo y de los regímenes fuertes (Rusia, China, Turquía, India, Estados Unidos, Korea del norte, Iran, etc.). . la aparición de utopías, o más bien distopías, sobre las que voy a decir unas palabras.

Antes de hablar de distopías, quiero mencionar las utopías que generaron muchas esperanzas de perspectivas nuevas para la democracia. Hablo de Internet, cuando se creó, de Wikipedia, de las redes sociales y, en otro ámbito, de las primaveras árabes y del movimiento Baha’i, Mujer, Vida, Libertad en Irán. Se han convertido en ejemplos del desencanto actual.

Más preocupantes me parecen las utopías libertarianas (creo que no existe esa palabra en español, en Francés y en inglés se dice libertarian, es lo extremo de libertario). Nacido en Estados Unidos, este movimiento propugna la mínima intervención del Estado, o incluso su desaparición, en la vida de los ciudadanos y la máxima libertad de expresión, sin las limitaciones que impone la responsabilidad. Son ideas apreciadas por la ultraderecha de Estados Unidos (no nombraré a nadie) e institucionalizadas en Argentina con su último presidente electo.

Algunos libertarianos, como David Friedman, hijo del Premio Nobel de Economía Milton Friedman, han llevado estas teorías liberales al extremo. Friedman es un pionero del anarcocapitalismo, en el que el mercado lo gobierna todo: bienes, servicios e incluso el Estado. (Cualquier parecido con una tendencia que se observa actualmente al otro lado del Atlántico no es casual…).

Existen incluso varios proyectos de islas libertarias, seleccionadas fuera de cualquier agua territorial, no sólo para no pagar impuestos, pero para vivir al margen de cualquier estado y prestarse a todo tipo de ensayos y experimentos destinados a «aumentar» la vida y el ser humano, basados en las tecnologías más locas (a mi entender 🙂

Serán temblores sin importancia, o los inicios de un nuevo futuro. ¿Quién puede decirlo?

¿Hacia dónde nos dirigimos?

Los más optimistas de los autores que he consultado piensan que todos estos hombres fuertes que he mencionado, sin nombrarlos, se parecen todos, son los fósiles de un mundo pasado, los últimos coletazos antes de su desaparición. Tal vez lo sean.

Pero la tendencia en muchos países hacia la extrema derecha, el desencanto de muchos pueblos, la incertidumbre y el miedo al futuro, son claramente amenazas para las democracias.

¿Responde la democracia actual a las necesidades y expectativas de sus ciudadanos? ¿Necesita ser revisada para adaptarse al mundo actual?

Nosotros FFMM.·. trabajamos «Al progreso de la humanidad», y me parece que la democracia es un elemento fundamental en el desarrollo de los individuos y las sociedades.

Del caos siempre nace el orden.

¿Seremos la última muralla contra la desaparición de la democracia, que parafraseando a Churchill «es un sistema malo, pero el menos malo de todos»? o, por el contrario, ¿seremos sus guardianes ? o con otros que comparten las mismas inquietudes y esperanzas ¿seremos los encendedores de una nueva llama?

¡Busquemos el bosque que crece en vez del árbol que cae !

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