Todo lo nacido ha de morir. La muerte es el final de una individualidad, y todo lo asociado a ella. El fin de una etapa. La hora a la que se cierran los trabajos. El momento desde que, todo aquello visible que se ha integrado, comienza a desintegrarse. Materia, interacciones con otros seres, deseos, emociones, ideas, pensamientos, virtudes, defectos, etc.
Todo eso aparentemente se desintegra. Aun así, tras la desintegración, permanece el legado de ese individuo, perduran los vestigios de sus pensamientos y sus acciones, en la forma de sus creaciones, que quedaron cargadas de su impronta personal.
La materia, ha estado integrada, cohesionada, combinada de una manera particular, en torno a un centro individual. Esa materia, ha formado este cuerpo, que ahora comienza a desintegrarse. Esa materia, provino de la tierra, a través del alimento, y ahora este cuerpo es alimento, para otros seres. Regresa a su fuente, para servir de material de construcción de otras formas, minerales o vegetales, o animales. Así fue desde antes de que este cuerpo se formara. Me pregunto desde cuándo. Así seguirá siendo. Me pregunto hasta cuándo. Posiblemente desde y hasta siempre.
Conocemos en toda su dimensión, aquello que experimentamos. El conocimiento teórico, es importante, pero no es completo hasta que lo ponemos en práctica. Por lo tanto, la muerte es, para casi todos nosotros, una experiencia desconocida, una idea; con excepción de aquellos quienes tuvieron alguna experiencia cercana a la muerte, o sea, quienes fueron reanimados luego de una muerte clínica.
Hay muchos testimonios recogidos al respecto, y la gran mayoría de ellos, refieren a una experiencia feliz, y en el menor de los casos, angustiosa. Pero refieren haber tenido una experiencia. Sea esta felicidad o angustia, producto de la última actividad cerebral, previo al cese de toda conciencia, como sostienen algunas teorías; o sea esta felicidad o angustia, derivada de la experiencia de la continuación de la vida, aunque en otras condiciones a las conocidas, solo lo sabremos cuando experimentemos ese momento. Por ahora, para nosotros, ese tema queda en el terreno de las creencias, que son, afortunadamente, tan variadas como nosotros mismos.
Todos le tememos a lo desconocido, todos le tememos a la muerte. Aunque por distintos motivos. Por dejar de existir, por dejar bienes materiales. Por dejar seres queridos, por dejar asuntos pendientes, etc. Por dejar algo, por apego a algo.
La idea de la muerte ha sido, en todos los tiempos, motivo de muchas especulaciones, ha sido la clave de la filosofía, y de las religiones. Y de un interrogante, no ha surgido una respuesta, sino más interrogantes. ¿La muerte es el fin de la conciencia? ¿Hay algo después de la muerte? ¿La vida, es el inicio de la conciencia? ¿Hay algo antes de la vida? ¿Qué fue de todas las personas que murieron, desde aquellas, que tuvieron vidas muy ilustres, hasta las más anónimas? ¿Desaparecieron, o siguen existiendo?
Esas interrogantes parecen haber surgido siempre de la mente humana. El ser humano no desea morir, desea vivir eternamente. Parece haber algo en la naturaleza humana, relacionado con la inmortalidad; ¿Será esto un simple deseo, o un simple indicio? Estas preguntas surgen de una necesidad existencial, y tiene mucho sentido hacérselas, pero a nivel práctico, creo que las respuestas no irán más allá del ámbito de las creencias. Por lo tanto, no serán lo suficientemente útiles, para todos por igual.
Creo que no hay respuestas.
Entonces, ¿Para qué nos sirve la idea de la muerte? ¿Para qué nos sirve ser conscientes de que moriremos? Creo que, más allá de las creencias, saber que un día moriremos, nos hace administrar mejor el TIEMPO del que disponemos, para hacer aquello que sentimos que debemos hacer en esta vida. Nos estimula a no dejar trabajos inconclusos, (aunque lamentablemente eso sea una utopía), siempre quedan trabajos inconclusos. Descubrir el propósito de nuestra vida, nos lleva mucho tiempo.
También nos sirve para distinguir y priorizar lo verdaderamente importante de la vida, de lo que es solo necesario para sobrevivir. Muchas veces nos olvidamos de vivir, porque lo necesario para sobrevivir, toma dimensiones tales que nos consume toda nuestra atención y energía disponible, y entonces sobrevivimos en vez de vivir.
La muerte también nos enseña el desapego, que no es lo mismo que desinterés, ya que sabemos que todo aquello que construimos, un día lo dejaremos, cuerpo incluido. También nos enseña de alguna manera el principio de igualdad, ya que la muerte es igual para todos los seres distintos. Todos estamos unidos por esa misma condición.
En toda la simbología Masónica que estoy conociendo, la idea de la muerte está siempre presente. Y en todo momento, veo que el concepto relacionado con la muerte viene asociado a la idea de transformación de una condición en otra y no a la idea de extinción. Considero que reflexionar sobre la muerte es muy importante para vivir mejor.