Desde que mi recuerdo alcanza, mi madre era la reina musical de la semana. Tan pronto se levantaba encendía el viejo y voluminoso transistor que presidía la cocina y rápidamente las ondas se transformaban en melodías que invadían la casa. Era la señal de que todo volvía a ponerse en marcha, un día nuevo empezaba. Remolonas, mi hermana y yo disfrutábamos sin abrir los ojos de la suave caricia que eso nos producía, hasta que abría la puerta de nuestro dormitorio. Era hora de levantarse. Ambas, a día de hoy, seguimos encendiendo la radio tras levantarnos y llegar a la cocina.
Desde que mi recuerdo alcanza, los domingos eran dominados por el reinado indiscutible de mi padre. Todos los domingos a las nueve en punto el viejo tocadiscos se ponía a girar. Su colección solo abarcaba ópera italiana. Ninguna otra le interesaba, ni la francesa, ni la inglesa y mucho menos la alemana. Cada domingo una ópera distinta a un volumen que era difícil obviar no solo por su familia, sino por todo el vecindario. Volvía a ser hora de levantarse. Los domingos que sigo remoloneando, aun hoy a veces le oigo por el pasillo…” Si sois mayores para tardear, también sois mayores para mañanear…” En el fondo, tras ese hombre duro y castigado por el trabajo, se escondía un gran romántico.
Desde que mi recuerdo alcanza, toda mi infancia y juventud, hasta que abandoné mi primer hogar, fueron adornadas con las arias de Turandot, Tosca, Manon Lescaut, La Traviata…
Su preferido, Puccini y su Madame Buterfly. Esta ópera le hechizaba, y sus protagonistas Pikerton, el caballero sin palabra y Xio Xio San, la incauta, como él les llamaba, pasaron a ser los personajes de las historias que me narraba para que entendiera un idioma desconocido para mi mientras nota tras nota esta ópera se desgranaba. No pudo enseñarme música, pero me enseñó a amar la ópera, y lo que es más importante, a descubrir los sentimientos que cada melodía encierra.
Y así fue desde que mi recuerdo alcanza y hasta que él perdió el suyo. El pasado lunes hubiera cumplido noventa y un años.
Para él y por él, hoy hemos escuchado:
En la entrada el coro de esclavos “Va pensiero” de la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi.
En el encendido de luces y apertura de trabajos, el coro a Bocca Chiusa de Madame Buterfly de Giacomo Puccini.
En la firma de actas el aria “E Lucevan le stelle” de la ópera Tosca de Puccini.
En la espera del profano, “Nessum dorma” de la ópera Turandot de Puccini.
En los momentos de reflexión “O mio Babbino caro” de la ópera Gianni Schicchi de Puccini.
En el pase del Tronco de la Viuda y el Saco de Proposiciones el “Intermezzo” de la ópera Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni.
En el cierre de los trabajos el aria “Una furtiva Lacrima” de la ópera Elixir d’amore de Gaetano Donizetti.https://music.amazon.es/albums/B076GGVFVV?do=play&trackAsin=B076GHJR7K&ref=dm_sh_VqL2F3p0rhghpoOeaIETrGQlu
Para la salida del Templo, el maravilloso sexteto “Chi mi frena in tal momento” de la ópera Lucia de Lammermoor de Donizetti.https://music.amazon.es/albums/B076GGVFVV?do=play&trackAsin=B076GFW13Q&ref=dm_sh_ORXrkwE16AUhukEsCWkNkwDIO
Como siempre os dejo el enlace de la lista de reproducción completa con más temas que no son descartes, sino que no sonaron porque no hubo más ocasión.